Escritos Teologicos II vol 4B
Antes de su Pasión, en lo que llamamos sermón de la Cena, Jesús les dijo a los apóstoles: «Muchas cosas tengo todavía que deciros, pero no las podéis soportar ahora. Cuando vendrá el Espíritu de la verdad, os guiará a la verdad completa, ya que no lo hará por su cuenta, sino que dirá lo que Él oye decir y os anunciará lo futuro» (Jn 16, 12-13).
Hemos de creer, pues, porque se nos ha revelado de parte de Dios Padre por Cristo y el Espíritu Santo, que nos fue prometido y dado, que la Iglesia tiene sobre el futuro de la humanidad no sólo juicios y opiniones conjeturales meramente humanos. Hay, en la Iglesia, un conocimiento revelado desde el que puede hablar, y habla, «proféticamente», es decir, con poder de anunciar no sólo la historia futura, sino también el juicio de Dios sobre la vida de los hombres.
De aquí que, en la Iglesia, encontremos ejercida la reflexión sobre la vida colectiva de los pueblos cristianos, los grandes acontecimientos, las etapas decisivas de la difusión de la fe y de su defensa frente a los asaltos de la herejía y del error, el surgimiento y la maduración de los pueblos cristianos y sus crisis, por las que se quiebra su unidad, los movimientos del espíritu cristiano por los que se restaura la integridad y plenitud de la vida. En una visión panorámica de la vida de la Iglesia, la teología de la historia la vemos surgir y brillar en momentos cimeros: en san Agustín, con La Ciudad de Dios, en el obispo Bossuet, con la Política sacada de la Sagrada Escritura o en la teología de Las esperanzas de la Iglesia del padre Enrique Ramière –sin la que el Apostolado de la Oración no hubiera podido ser el factor decisivo por el que la Iglesia llegó a introducir en la liturgia la solemnidad de Cristo, Rey del universo.