Las voces del páramo
El narrador de esta historia, ya en el ocaso de la vida, intenta no ya ajustar cuentas con su pasado, una sombra cada vez más lejana, sino revivir avatares que la memoria ha convertido en verdad, a pesar de la pizca de mentira que necesita toda certeza: la rigidez sentimental de su madre, Eloísa Granados; la excesiva comprensión de su padre, Tobías Centeno; las confidencias de Fausto Barreiro, el jefe de estación; sus primeros amores con la hermosa Regina Sauceda, los viajes como moderno Odiseo en busca de su particular Ítaca o la presencia constante de Orestes Badillo, una obsesión y un destino al mismo tiempo. Porque, aunque en otoño no pasa el tren en la estación de la infancia y la primera juventud, siempre es bueno esperar a que en la siguiente parada se produzca el milagro del regreso. Y la realidad, sin unas dosis de fantasía, no merece la pena. Y eso nuestro narrador, incluso el más ignorante, lo sabe.