Al final muere
El propósito del artefacto que tienes entre manos es asesinar a su propio narrador. Tras la muerte del autor preconizada por Roland Barthes y la disolución del sujeto en el propio texto, en las palabras, en los silencios que develan las palabras, ahora hay que asesinar al narrador, también al narrador, que no es autor ni sujeto, y dejar que su muerte (su no-muerte) inaugure un nuevo espacio (hiper-meta-trans-post-textual-literario-vacío) en que el lector sea el único capacitado para crear la obra en sí, la obra en no, la obra (perdón, el artefacto) que tienes entre las manos (justo entre los ojos).
O eso o viajar a Praga, intercambiar mails con Antoni Casas Ros, robar la correspondencia de tu vecino escritor (tampoco escritor), conversar sobre ti, sobre mí o que me linojes con un cealtor.