El árbol de la vida
El anonimato es un ser implacable y voraz que, como un agujero negro, a todos atrapa. Aunque siempre hay algún afortunado que consigue escapar de sus invisibles hilos de acero y logra, a pesar de que sus huesos se tornen polvo y su tumba una sombra, alcanzar el ansiado sueño de convertirse en una leyenda inmortal. Se pierden así, entre tantos pomposos nombres y grandilocuentes biografías, innumerables vidas en la nada que configura el olvido. Personas que, no menos grandes que las recordadas por toda la eternidad, están condenadas, por azar o por destino, a pasar inadvertidas como las piedras de un largo camino. Mas no todo es desventura para los que no pueden tallar con cincel de diamante su nombre en los interminables eones. Existe un lugar, perdido y distante, al que sólo unos pocos son capaces de llegar. La leyenda dice que se encuentra en el centro mismo del sempiterno Reino de Fantasía, donde brilla hermosamente un frondoso manzano de áureos frutos. Colgados de sus ramas esperan éstos, como libros en una antigua biblioteca, a que alguien los recoja y, saboreándolos, reviva el recuerdo de quien, habiendo perdido su nombre para siempre, un buen día erró por la tierra.