En el tren de la historia
La visión del paisaje de Europa que nos ofrece Rosa Rajlin en En el tren de la Historia, en un presente narrativo estricto y vibrante, viene a los ojos del lector a través de la ternura con la que dibuja a sus personajes, a los que no juzga ni condena. Es una mirada compasiva, honesta y vitalista.
Los mares se tornan fronteras oscuras y algunos ríos vuelven a arrastrar insolidaridad inhumana, como si la historia no hubiera existido, y no formara parte del equipaje de tolerancia de las criaturas que habitamos este viejo tren europeo, triste y cansado, pero con mestizaje sabio y consistente.
La autora sigue alimentando la caldera de la locomotora, que no se detiene, porque el combustible es inagotable: se trata del amor a la vida, a la esperanza, a la historia.