Palabras al aire
En Turuelos ya no vive nadie. Unos emigraron siguiendo la estela de la modernidad y otros abandonaron estas tierras empujados por la furia de un viento al que barruntaban los perros y las ovejas en los corrales. Los niños, en la noche, inquietos y asustados, no logaban coger el sueño. El padre lo maldecía sin cesar de mover la lumbre. Y la madre encendía una vela frente
a los santos. Pero ni por ésas.
Una tarde, al salir de la escuela, Jorge, un niño de doce años, lo oyó gimotear en una esquina. Decidido, subió hasta la cima de las montañas para hablar con él. Aquella tarde el viento dejó de soplar y de amedrentar a las gentes.
Tiempo después, Jorge y su familia emigraron a Madrid. A partir de ahí, el viento viene para contarnos sus historias.
Tres lustros más tarde, Jorge, que ya es todo un hombre, regresa a Turuelos y sube de nuevo a la colina para saludar al viento. A la mañana siguiente, va a dar comienzo la grabación de una película basada en un guion suyo y de su amigo Isidro: “El viento en la colina”.
Esta es una historia real porque sólo las historias hermosas son reales. El viento necesitaba que lo escuchasen, pero todos torcieron la mirada, menos Jorge. Aquél día nació un camino para la luz.
El viento continúa subiendo por las barrancas. Y así seguirá en el transcurrir de los tiempos.